De las muchas historias sobre los hombres y las normas, pocas son tan estremecedoras como la que presenta a Moisés como un legislador fundacional. Alicia Dujovne Ortiz (escritora y colaboradora de LA GACETA Literaria) la evocó en los albores de este tercer milenio, al referir a La Cábala y sus símbolos, donde Guershom Sholem (también lo citaba Borges) sintetiza la posición de Rabi Mendel: a Moisés, en el Sinaí, no le dieron los Diez Mandamientos sino dos. “Yo soy tu señor y tu Dios” y “No tendrás otro dios que yo”. Cuando bajó, sin embargo, comprendió que debía hacer más. Cuando halló a los suyos angustiados por un futuro incierto, adorando un becerro de oro, Moisés (dice Rabi Mendel) supo que debía interpretar la voz divina y transformarla en voz para la comunidad. Y concibió los otros preceptos.

No hay provocación en ese relato, sino engrandecimiento de Moisés, elevado a la categoría de patriarca de la nomocracia. Aún no habían llegado a la Tierra Prometida, pero ya eran un pueblo porque tenían una ley. Una decena de mandatos hoy vigentes en numerosas religiones. Fundadores de moral. Iniciadores de la larga tradición de decálogos.

En Vida de los filósofos más ilustres, Diógenes Laercio rescata el decálogo de Solón (638-558 a.C.). Algunos de los preceptos del ateniense son:

• Piensa en acciones ilustres.

• Honra a los padres.

• Nunca digas una mentira.

• Manda cuando ya hubieres aprendido a obedecer.

En el siglo XX, Bertrand Russell dio su Decálogo por la libertad, donde plasmó, entre otros postulados:

• No pienses que vale la pena ocultar la prueba, pues con toda seguridad ésta saldrá a la luz.

• Cuando te encuentres con una oposición (…) esfuérzate por vencerla con argumentos y no con autoridad, pues la victoria que depende de la autoridad es irreal e ilusoria.

• No uses el poder para reprimir opiniones que consideres perniciosas; si lo haces las opiniones te reprimirán a ti.

• No sientas envidia de la felicidad de quienes viven en un paraíso de tontos; sólo un tonto pensará que eso es la felicidad.

En el siglo XXI, en Tucumán, el alperovichismo ha empezado a escribir su decálogo, también. No tiene ambiciones de posteridad. Tampoco ínfulas filosóficas. Su utilidad radicará -cuando esté completo- en presentar cuáles han sido los verdaderos valores públicos del régimen. Con ello, podrá reinterpretarse el sistema de premios y de castigos instituido por el Gobierno más largo de la contemporaneidad provincial. Hasta aquí, sólo se conoce el primer precepto. No ha sido anunciado formalmente, pero esta semana se hizo público y notorio. El primer mandamiento alperovichista es:

• No ensuciarás.

Todo lo demás no es tan grave...

La trágica comedia

Es tan dramático el presente institucional provincial que cualquier tragedia política se asemeja a una mala comedia. Después de una década ganada por la impunidad, el Gobierno decidió que era hora de limpiar Tucumán… pero sólo de la basura de los espacios públicos y de los accesos a la capital. Para los que atentan contra el derecho de los tucumanos a vivir en un hábitat limpio y sano, todo el rigor de la ley. ¿Y para los que atentan contra el derecho de los ciudadanos de vivir en un Estado transparente?

Desesperado por tratar de mostrar que, finalmente, el Estado va a castigar a alguien que con su accionar lesiona a la comunidad, el alperovichismo llegó a barajar la posibilidad de apresar a quienes arrojen basura en la vía pública. Es decir, si un ministro autoriza pagos de ocho cifras a la fantasmagórica Funsal, pero a las certificaciones de cursos jamás dictados no los arroja en la vía pública, no pasa nada. Pero al que tire en la vereda la lista de productos que no puede comprar en el supermercado, porque lo que la inflación no se llevó del aguinaldo se lo cobró el Impuesto al Trabajo (mal llamado impuesto a las Ganancias), marche preso.

Sin control, pero aseados

A mediados de semana desistieron, porque para materializar semejante exceso debían apelar a la Ley de Contravenciones, esa vergonzosa herencia de la dictadura, declarada inconstitucional por la Corte en democracia y, pese a ello, sostenida por la Casa de Gobierno tucumana, tan afecta a hablar de derechos humanos. Combatir los basurales ilegales con una ley basura es el retrato hablado de la legalidad local.

De dictar una ley que regule con principios democráticos el accionar de una Policía aún regida por los mandatos de la peor etapa de la historia de la Argentina, ni hablar. Porque no hay ningún problema con estar en deuda con la seguridad e integridad de los ciudadanos, así como tampoco en estar en mora con el voto electrónico, con el régimen electoral y de los partidos políticos y con el régimen de acefalía. De hecho, mientras rindan cuentas de los multimillonarios gastos sociales con papeletas Húsares manuscritas, pero sin tirar los talonarios en el vacío, no habrá problemas. Ninguna observación merecerán…

Sin ley, pero ordenados

Advertidos de que podía ser exagerado encarcelar a quien tire una bolsa con desperdicios en una provincia donde los funcionarios nacionales son declarados inocentes de enriquecimiento ilícito sin siquiera ser llamados a declarar, optaron por las multas.

O sea, si la página de la Constitución que manda al Estado a realizar licitaciones públicas para comprar, vender o contratar bienes o servicios ha sido arrancada de hecho del derecho positivo, pero la arrojaron en el cesto de la basura, todo bien. Si bastardean la causa judicial referida al asesinato sufrido por Paulina Lebbos, pero mantienen los expedientes prolijamente encuadernados, también. Eso sí, al jubilado que rompa la boleta de liquidación de haberes y la tire en la vereda porque, en vez del 82% móvil, cobra una miseria que no le alcanza para comer y comprar los remedios, $ 10.000 de multa.

El segundo precepto

A la luz de esta lógica, se entiende que sea posible la presentación judicial de la tucumana Paola Alejandra Ruarte, que dice haber presidido una cooperativa del Plan Argentina Trabaja, referida a que durante tres años fueron facturados al Estado trabajos y materiales para tareas que, en realidad, nunca se concretaron. Si fuera cierto, se aplicaría la lógica de que, como nada ensuciaron, el Estado a nadie sancionó.

Por suerte, el legislador Guillermo Gassenbauer, denunciado por la presunta estafa en perjuicio del Estado, dice que no es él el sujeto que habla de manera casi idéntica a él, y que dice Paula, yo te voy a decir una cosa: (en) el 100% de las cooperativas hay irregularidades y hay quilombos (sic). Menos mal que el hijo del ministro de Seguridad Ciudadana aclara que es otro el que afirma: eso (por la regularización de la situación) lo está viendo “Betty” Mirkin. Ya lo va a arreglar. (...), porque la mencionada es ministra de Desarrollo Social de la provincia. Por fortuna, se trataría de una coincidencia en los registros de voz y de los actos de habla, y sería un cuasi imitador el que afirma: Vos sabés (Paula) que hay gente que se ha hecho una casa entera con cooperativas. Legisladores que ya no están, (...) que se han hecho casas para ellos. Imaginate si no hay anomalías.

Enhorabuena que es cualquiera, menos un representante del pueblo, quien admite con pasmosa naturalidad todo ese rosario de delitos penales, porque si no pasa absolutamente nada con este escándalo ya no se podrá decir que no hay castigo para los poderosos: quedará comprobado, en realidad, que no lo hay para todos los tucumanos por igual, ya que es un NN el que habla como si fuera legislador.

En la patria de la anomia nada puede haber más democrático que la impunidad.

Como todos los materiales fueron comprados y todas las obras están hechas, el Gobierno podrá abocarse a perseguir con todo el rigor de la ley, y todo el peso del Estado, a los verdaderos responsables de todos los padecimientos institucionales de esta provincia: los adultos, adolescentes y niños que viven en una miseria que va más allá de índices oficiales, discursos de 9 de Julio sobre “colonialismo económico” por parte de vicepresidentes procesados, índices de Necesidades Básicas Insatisfechas y cadenas nacionales sobre la redistribución de la riqueza. Tanta es su indigencia que subsisten con la basura de sus comprovincianos. Al primero de esos desautorizadores del relato que encuentren tirando mugres ajenas le aplicarán una multa por una cantidad de dinero que no verán en todo un año de trabajo. Por caso, dice la cooperativista tucumana en su denuncia que a todo el dinero de 2011, 2012 y medio 2013 para políticas de asistencia social, tampoco lo vieron.

Si después de erradicar el último basural, la provincia sigue oliendo mal, habrá quedado escrito el segundo mandamiento oficialista:

• Honrarás a las gallinas.

Al que se robe una sola, condena y prisión.

Todo lo demás no es tan grave...